DE MEMORIA
ISABELO HERREROS
La nostalgia de la época de los cesantes
23/06/2010 .
Con ocasión de la bajada de salarios a los funcionarios, perpetrada por un gobierno que aún pretende sacar pecho de socialismo, se han vertido ríos de tinta y se han dicho, en tertulias y mentideros, todo tipo de barbaridades, sin que los afectados, muy mal representados, hayan podido hacer valer, al menos, su voz y razones. La explicación que se me ocurre es que los funcionarios, a pesar de constituir una masa social de casi tres millones de trabajadores, no están bien representados en los sindicatos, en cuyas cúpulas aún podemos ver a "liberados" que llevan más de treinta años alejados del mundo del trabajo, y cuyas empresas de origen, del sector metal o minero, hace varios lustros que desaparecieron. Sin ir más lejos, aún sigue en el máximo órgano de dirección de CCOO quien fuera líder regional de este sindicato allá por los años ochenta y noventa, José María Díaz-Ropero, operario en su día de Standar Eléctrica.Entre los lugares comunes que hemos podido escuchar sin apenas replica, -esgrimidos en algunas ocasiones por destacados dirigentes del PP, como es el caso del Consejero de Hacienda de la Comunidad de Madrid, don Miguel Ángel Beteta-, se encuentra el de que los funcionarios y empleados públicos tienen asegurado el puesto de trabajo, lo cual es una verdad a medias y que tiene matices. En algunas administraciones la precariedad en el empleo, léase interinos y sustitutos, llega a un tercio, y otro matiz, del que ahora no se quieren acordar ni el registrador perpetuo de Santa Pola, señor Rajoy, ni la señora De Cospedal, es que fue el gobierno de José María Aznar el que congeló los salarios en la Administración durante muchos años, con lo que aquella perdida de poder adquisitivo en la práctica se convirtió, gracias a las inflaciones, en una bajada de salarios, convirtiendo a la mayoría de los funcionarios en mileuristas. El tufillo de muchos comentarios pone en evidencia que se añora, por algunos sectores de la política y la opinión pública, la época aquella de los funcionarios cesantes, en los años de la Restauración, con los turnos de gobierno de Cánovas y Sagasta. Ni uno solo de esos comentaristas a los que les parece bien el ajuste, o los que piden incluso más, da lo mismo su pelaje político, rechistaron años atrás cuando veíamos como altos cargos de todo tipo de empresas, algunas recién privatizadas, se subían sus millonarios sueldos en porcentajes de un 20% anual.Hay que repetir, para políticos cazurros, que la estabilidad en el empleo de los servidores del Estado es una conquista democrática, por suponer, para el conjunto de la ciudadanía, una garantía, el que los funcionarios no estén supeditados a los vaivenes de la política, y que organismos, como la Tesorería General de la Seguridad Social o la Agencia Tributaria, actúen sin presiones e influencias del gobierno de turno. De otra parte, también hay que decir, para quienes tienen una idea negativa o antigua de los funcionarios, que empleados públicos son también los médicos, enfermeras y resto de personal de la Sanidad pública, los maestros, profesores y catedráticos de la Enseñanza pública, los bomberos, policías municipales, policías nacionales, guardias civiles, militares, y miles y miles de empleados de empresas de servicios públicos como el suministro de agua o protección civil. No voy a enumerar las partidas de los presupuestos generales del Estado que el gobierno de Rodríguez Zapatero podía reducido hacer sus "ajustes" pues ya se han repetido hasta la saciedad, pero sí recordar, puesto que está reciente la "bronca" del Corpus toledano y la marcha atrás del ejecutivo en la tramitación del proyecto de Ley de Libertad Religiosa, que la siempre insaciable Iglesia Católica recibe más de 7.000 millones de euros anuales de fondos públicos, algo escandaloso en tiempos de crisis; todo ello sin contar lo que nos va a costar, como en su día nos costó Gescartera, la avería de la católica Cajasur. Varios comentaristas, con los que coincido con algunas pequeñas diferencias, han apostado por reducir en estos tiempos las muy cuestionadas misiones de nuestro ejército en el exterior, si bien es cierto que muchos preferimos verles construyendo un hospital que desfilando y rindiendo armas a una hostia, por muy sagrada que sea.
lunes, 26 de julio de 2010
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